No hace falta ser ingeniero de sonido para detectar si un parlante está bien construido. Lo fundamental es prestar atención. Un buen equipo se nota desde los primeros segundos, especialmente cuando probás música que ya conocés bien.
Elegí esas canciones que tenés tatuadas en la cabeza. Las que sabés exactamente cómo suenan. Ahí vas a notar si algo falta, si un instrumento está más apagado o si una voz perdió presencia. Las voces son una de las claves más claras: deberían sonar frontales, nítidas, sin exceso de brillo ni opacidad. Si sentís que la voz está escondida o suena artificial, algo no está bien calibrado.
El bajo también dice mucho. Un bajo bien logrado se escucha con precisión, incluso cuando suena profundo. Si al subir el volumen todo se vuelve confuso, o si el bajo tapa al resto, la calidad empieza a caer.
Otra señal clara es la separación entre los sonidos. En un buen parlante podés cerrar los ojos y “ver” dónde está cada instrumento. Si todo suena pegado, como en una masa sonora sin matices, entonces falta definición.
También es importante probarlo en distintos espacios. En un ambiente cerrado, al aire libre, con ventanas abiertas o en una habitación con eco.
Y sí, lo visual también habla. Un equipo sólido, bien terminado, con materiales de calidad, transmite confianza. En Stromberg creemos que el sonido también se diseña, y que un parlante tiene que ser tan agradable de ver como de escuchar.
Dejar un comentario
Este sitio está protegido por hCaptcha y se aplican la Política de privacidad de hCaptcha y los Términos del servicio.